Sonriendo, se metió bajo el agua y dejó que le quitara el jabón. Lucern era mejor que el chocolate. Cuando era niña, Kate había preguntado una vez a su madre cómo podría saber cuándo estaba enamorada. Su madre le había dicho que sabría que estaba enamorada cuando estuviera dispuesta a olvidarse del chocolate para siempre con tal de estar con esa persona por una sola hora. Kate, una dedicada y desesperada chocoadicta, había decidido en ese mismo instante que nunca se enamoraría. Había estado segura de que ningún hombre merecería semejante privación.
Por Lucern merecía la pena dejar el chocolate. El chocolate oscuro, el blanco, el chocolate con leche, ella dejaría a gusto todos por él. Pero su sonrisa rápidamente se desvaneció.
Dudaba siquiera de poder elegir
[Fragmento de «Soltero, blanco, vampiro» de Lindsay Sands]
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