Una cita normal

Después de ver una película de terror en el museo, platicamos durante el corto camino de regreso a mi departamento, ya que insistía en acompañarme con el pretexto de que serían casi las 22 horas y no podía andar sola por la calle… ¡Pero si a esa hora salgo por el pan y la leche!

Los temas de conversación son agradables, me gusta que sepa muchas cosas y que todo quiera contarme. Me gusta escucharlo entusiasmado.

Me dejó en la puerta del edificio, subí las escaleras, abrí la puerta del departamento y me di cuenta de que mi roomie no estaba; para mi suerte comencé a recordar todas las escenas feas de la película y terminé enviándole un mensaje: «Mi amiga no está, creo que si dejaré las luces prendidas».

Su respuesta: «¿Entonces si vamos a cenar?»

Y terminamos en mi departamento.

Pedimos pizza, pero mientras llegaba la charla era tranquila hasta cierto comentario:

– Voy a quitarme la camisa, el calor continúa insoportable.
– Con confianza, adelante – ya que él tenía debajo una playera negra.
– No, tampoco. No soy tan fácil.
– ¿Ah no?… – Y comencé a caminar hacia él, ya tenía la siguiente oración llena de insinuación en la punta de mi pervertida y húmeda lengua, después de dos pasos me arrepentí – Toma los platos.

Hice mi mayor esfuerzo en no hacerle saber que le demostraría lo contrario, porque recordé que mi habitación era un desastre y yo me encontraba en mi periodo, y había falta de confianza para que la primera vez se diera en esta situación.

Suspiré profundamente y lo miré, no necesitaba arruinar la situación de «Quiero salir contigo mañana, quiero ir al museo y al cine ¿Vamos a caminar?» solo porque me daban ganas de coger… Claro, después de más de un año ¡Quién no!.

Y él no está nada mal, pero admito que me gusta más como para hacer las cosas en otro orden por esta ocasión.