Borrador V: Secreto de Ayari

La vista hacia la ciudad era espectacular, el departamento en el último piso era su favorito y le encantaba pasar tiempo ahí con la selección que hacía del sótano, no le bastaba una mujer o dos, le fascinaba coleccionar sentimientos de hombres también, por la pura satisfacción de ser el centro de atención.

“Eres bonita, sin embargo, no hay nada más especial en ti que la forma en que juega tu boca conmigo. Por ahora quiero mirarte jugando con él mientras degusto mi postre favorito… Pastel de chocolate con fresas.”

Unos minutos después de que el pequeño y privado espectáculo había iniciado, la puerta de su habitación se abrió sin previo aviso.

“Amo, disculpe el atrevimiento, pero es medio día y su hermana ya lo espera en el auto.”
“ ¡Mierda!… Con tanta cosa deliciosa olvidé mis compromisos del día. ¿Por qué no me notificaste antes? Es tu estúpido trabajo. Un castigo, eso obtendrás cuando este de regreso.”
“Lo lamento, amo… Usted me pidió no le molestara a menos que fuera urgente, en este caso es su hermana.”
“ ¡Exacto! Y no lo hiciste con su debido tiempo. ¡Desaparece a todos de mi vista!”

La mucama salió de la habitación principal acompañada de la mujer morena y dos hombres desnudos, les indicó el camino hacia la habitación de invitados en la cual podrían cambiar su ropa y después, retirarse.

Ayari se había duchado en menos de 5 minutos y ya se vestía de forma apresurada con la ropa que había dejado la mucama en el vestidor, en esa ocasión no prestaría atención a su cabello teñido en azul agua, un tono tan exquisito como su gusto por las mujeres y hombres, se decía a sí mismo.

No se parecía en nada a un demonio, los demonios pintaban a ser discretos, sencillos, hacer su trabajo sin escándalos. Él poseía el carácter de un hombre egocéntrico lleno de riquezas obtenidas por trabajo sucio, de ese al que le llaman infierno. No mantenía un perfil bajo y cada cierto tiempo se mudaba de sitio porque odiaba cambiar su apariencia por cualquier alma barata que hubiera adquirido mediante sus contratos. Le gustaba la apariencia con la que había nacido, una belleza que sobrepasaba la humana; así eran los suyos, los pocos que quedaban. Tenía la mala costumbre de usar el mismo nombre humano desde que comenzó a trabajar para el Diablo.

Sonó el celular, era momento de bajar.

Durante el camino Amaya estaba en silencio, respondiendo correos electrónicos, organizando a los clientes y el evento de esa tarde.

“Quisiera saber si lograste conseguir a la Elegida… ¿Amaya?”
“Me pregunto si realmente ella tendrá una debilidad que le provoque venderte su alma.”
“Eso no me responde nada. Yo me encargaré de la parte difícil.”
“Si, se consiguió una reservación hoy a mediodía, ya debe estar en la cafetería… El resto te toca a ti. Deberás tener cuidado y prometer que, si no desea entrar, no lo harás a la fuerza ni con trampas.”
“Estoy advertido.”
“Estamos, querrás decir. No podemos ir desapareciendo personas cómo si se trataran de juguetes. Hay reglas y parece que se te han olvidado.”

Él suspiró, comenzaba a cansarse de ir y venir, de llenar solo la parte superficial como cualquier humano. Había tenido suficiente placer que iba vacío, pero quiso concentrar su atención en aquella mujer de la cafetería, tal vez no necesitaba inducirla al Sótano, tal vez, solo ocupaba algo normal.

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