Poseer

Yo estaba de pie en la puerta de su enorme habitación con unos tacones rojos y altos, un vestido en corte A, color blanco muy elegante. Este vestido me llegaba arriba de la rodilla y el cabello estaba recogido en media coleta y bien peinado, se hacia resaltar en ondas hasta la cintura… ¿Mis muñecas?… Atadas por la espalda con un listón de seda en tono rojo a juego con mis zapatillas.

Él se encontraba sentado junto a la enorme ventana, con su traje perfectamente arreglado en color gris y una corbata que yo había elegido esa misma mañana; parecía complacido por mi ayuda a la hora de vestir. Sus facciones delicadas y el cabello castaño oscuro cuidadosamente peinado, hacían un contraste con sus labios pálidos que se teñían de rojo por el vino que bebía.

Dejo la copa a un lado y me miró en silencio por unos minutos con sus ojos gris oscuro.

El tamaño es perfecto… Te ves más hermosa que en mi imaginación. ¿Por qué no intentas caminar con ellos?

Caminé despacio hacia él ya que debía ser cuidadosa de que la fina cadena dorada que unía a las dos zapatillas no se enredara y me cayera, él se preocuparía bastante y tal vez elegiría encerrarme unos dos o tres días para asegurarse de que estuviera bien.

– Si, tu forma de caminar es perfecta. Te ves más bella cuando tu cuerpo se contonea menos. – las zapatillas solo me permitían dar pasos pequeños y lentos- Sube más tu barbilla. Si, justo así… Caminas con elegancia.

Continúe avanzando despacio para mantener un leve movimiento en el vestido, y satisfacer su exquisito gusto sin errores; él recorría mi cuerpo con su mirada sin dejar escapar detalles.

– Hmm… Has perdido peso. Debo decirle al nutriólogo que cambie tu alimentación… – se mordió el labio y ordenó en voz estricta – Si, es suficiente. Para.

Me detuve unos pasos antes de llegar a él, solo debía estirarse un poco para que su mano pudiera acariciar la piel de mis piernas. Pero no lo hizo, cruzó sus brazos y se recargó en la silla.

– También debes usar esos tacones dentro de la casa. Si vas más lejos de la cocina al final del pasillo en el segundo piso, se activará la alarma, así que debes ser cuidadosa – movió una de sus manos hasta la mesa que tenía a un costado y tomó su móvil para mostrármelo – Y hay un GPS en ellos, para poder saber dónde estás todo el tiempo con mi teléfono.

Mi cuerpo se sintió cálido y entre mis piernas se sintió húmedo, con dulzura le dirigí una mirada fija acompañada de una curva en mis labios rojos. Yo lo comprendía, quería dejarlo amar a su manera.

– Al parecer tu sonrisa significa que te gusta – dejó el móvil en la mesa y bebió el último sorbo de su copa de vino – Suficiente explicación. Ven a mí.

Avancé los pasos que nos separaban y me senté delicadamente en sus piernas, ya podía sentir lo excitado que él estaba mientras se dedicaba a bajar el cierre de mi vestido. Cumplir sus caprichos era parte de mi forma de amarlo.

Amar. Él amaba controlar todo, amaba cuidarme y protegerme, amaba tenerme siempre a la vista, quería sentirse seguro de que no fuese a escapar algún día de él.

Después de bajar por completo el cierre del vestido y bajarlo hasta mi cintura, comenzó a dar un suave masaje a mis pechos sobre el sostén de encaje que él mismo había comprado esa semana, mientras susurraba de una forma posesiva en mi oreja y la mordisqueaba a momentos.

– Estaré revisando si has cambiado de opinión mientras no estoy aquí. No es que no confíe en ti… Pero las personas tienden a cometer errores cuando bajan la guardia. Pero no tengas miedo. Sin importar los errores que cometas, nunca te abandonaré. No olvides que te he amado desde el momento en el que te volviste mía.

Detuvo el susurro y los movimientos de sus manos, con una de ellas tomó mi barbilla y giró mi rostro hacia él.

– No lo olvides. Estamos enamorados.

Me besó de forma violenta demostrando la inseguridad que en ocasiones lo invade cuando algo de lo que hace no me agrada. Tal vez se debía a que el fin de semana pasado cuando cenamos en compañía de amistades, me molestó ordenará un platillo por mí y me reprendiera en público por comer un postre que no estaba en la dieta.

Se detuvo y besó mi frente, una señal de que habíamos superado las discusiones de la semana. Me puso de pie e intentó quitar mi ropa interior pero había un inconveniente, la llave que liberara la cadena de las zapatillas fue olvidada en la cocina, así que optó por romper mis bragas.

Terminé sentada nuevamente sobre él para besarnos más, pero mientras con la mano derecha acariciaba mi espalda desnuda, la izquierda se abrió paso entre la falta del vestido para acariciar la parte interna de mis muslos. Sus dedos tenían movimientos delicados, aunque eso solo era al principio porque en ocasiones le gustaba pellizcar mi piel o enterrar sus uñas y dejar marcas en sitios donde él era el único que podía ver, pero que luego le causan pesar por haberme lastimado.

Pasé mis brazos por su cuello, mordí sus labios y le sonreí un momento, sabía que entendería lo que deseaba, su lengua entre mis piernas. Jumin me cargó sin el mínimo esfuerzo y se dirigió a la enorme cama de sábanas negras, me colocó cuidadosamente y retiró el vestido para deleitarse mirándome desnuda. Aún me avergonzaba estar así con la luz encendida, pero saber que a él lo excitaba bastante, hacía que mis nervios disminuyeran.

Quitó mis zapatillas y abrió mis piernas lo suficiente para mirar con detenimiento. Susurró unas palabras que no entendí, se quitó la corbata, abrió un par de botones de su camisa y se acomodó en la orilla de la cama.

Su boca se deslizo desde mi rodilla izquierda hasta el muslo y movió su boca a la otra rodilla hasta rozar mi intimidad, gemí un poco, él lo hacía lento para desesperarme un poco, para que le suplicara en voz alta lo que deseaba.

«Hermosa»

Relato basado en el personaje «Jumin Han» de la ruta «Bad Ending». Solo los diálogos del personaje que aparecen en este relato pertenecen al autor, la descripción del ambiente y acciones de los personajes los he redactado para complementar lo que «ellos pudieron haber sentido y hecho» durante el desarrollo del sentimiento posesivo en el personaje «Jumin Han».

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