Borrador VIII: Camino al Sótano

Más tarde, Emma se encontraba en su casa arreglando cosas del trabajo antes de ir al evento al que había sido invitada junto con su querido amigo. Había algo que no entendía, pero a fin de cuentas había aceptado asistir.

¿Qué podría salir mal? No iba sola, no eran desconocidos: Ichigo era serio en cuanto a relaciones humanas.

– Esa mujer tal vez tenga razón, es como que la curiosidad mató al gato y tengo la impresión de que algo podría suceder.
– ¿Qué dices, amiga?
– Nada, nada… Hablaba conmigo misma, pero creo fue en voz alta – rio enseguida para distraerla.
– Por cierto, tu querido esclavo dejo un recado mientras te duchabas… No podrá recogerte, pero te verá directamente en el evento. Puntual. Hizo énfasis.
– Era lo que faltaba… Me pondré en movimiento o llegaré tarde.

Emma tomó su auto y manejó tranquilamente hasta la cafetería, no lo quería dejar con el servicio del lugar, así que lo estacionó un par de cuadras antes y se echó a andar sobre sus tacones negros que decoraban un vestido ligero en verde olivo.

Cuando se acercó lo suficiente a la entrada de la cafetería, se dio cuenta que el hombre del cabello azul estaba recargado en un automóvil blanco al otro lado de la calle, fumando. Se sintió ligeramente amenazada, pero continuó su camino hacia la puerta de cristal y entró.

El sitio estaba vacío y un poco iluminado, de repente sintió una mano sobre su espalda y un aliento cálido acariciando su oreja izquierda.

– ¿Entramos?
– ¿Ichigo?
– En realidad soy mejor que eso…

Ella giró su rostro hacia el sonido de la voz, pero no había nadie acompañándola. El escalofrío recorrió por completo su cuerpo y aunque intentó adaptar la mirada a la poca luz que se colaba por la puerta de cristal, no logró ver más allá de uno o dos metros, comenzaba a dudar sobre si estar justo ahí parada valdría la pena.

Tomó el celular de su bolso y llamó a Ichigo, hacían falta 10 minutos antes de la hora citada y le ponía nerviosa que no la estuviera esperando. La llamada sonó unos segundos y después fue enviada a buzón… Lo intentó por segunda ocasión, pero ahora simplemente el número no estaba disponible.

Suspiró para relajarse, y tomó camino hacia la salida, Emma no planeaba quedarse en un lugar donde desconocía todo, donde sabía que la curiosidad era la peor elección que podría realizar. Sin mirar el camino chocó contra una persona y se disculpó enseguida, pero la tomaron de la muñeca y la detuvieron.

– ¿A dónde vas, Emma? Ichigo nos está esperando adentro… – la delicada voz de Amaya se escuchó a través del solitario lugar.
– Yo… Me disculpo, creí que debía esperarlo afuera…
– Nada de eso, vamos… Camina conmigo.

Se dirigieron al jardín en donde se encontraban las escaleras al Sótano, las luces eran un tono rojo sobre paredes oscuras que te hacían ver un descenso ligeramente tétrico, o al menos ese fue el pensamiento de Emma mientras pisaba escalón por escalón y sonaban sus tacones delicadamente.

El tacto de la pared en sus manos era tibio y comenzaba a sentir un poco de calor, su actitud relajada por haberse encontrado a Amaya comenzaba a disiparse y ante ella se presentaba una pequeña ansiedad a lo desconocido. ¿Cuántos escalones más debía bajar?… Al dar la última vuelta se sorprendió de los toques góticos que tenía el sitio, como escondiendo secretos, a tono de tristeza.

– Querida, por ahora Ichigo está un poquito indispuesto, en unos 30 minutos comenzará una presentación… Mi hermano te atenderá por el momento. – comenzó a alejarse.
– No, espera Amaya…
– Enseguida regreso…

La mirada de Emma se topó con los ojos fríos de Ayari, no entendía cómo había terminado junto al hombre que parecía tallado por los mismos ángeles y a la vez con un aura pesada que ensombrecía las dulces facciones. Sentía la misma inquietud que cuando la acorraló en el pasillo del baño.

– Emma, ven aquí… Te contaré lo que sucede en un sitio como este… – le extendió una copa de vino – Solo será una pequeña introducción al infierno, después te dejaré elegir “quedarte o marcharte”.

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