I’m a dog, I need a leash: La mascota de Eris.

Ella está sentada al otro lado del escritorio mientras me mira detenidamente desde la cabeza hasta los pies. Espero que le agrade mi forma de vestir casual , no quise parecer obsesivo.

– Eris, he visto las correas detrás de tu puerta, sé que hay una cantidad considerable y que cada una de ellas pertenece a un hombre diferente. Sin embargo, no sé si aún utilizas todas o las tienes como un recuerdo por amor o por lo fabuloso que te sirvieron…

– Ray… Hay cosas que no necesitas saber, solo deseo que centres tu atención en mí, no en la puerta de mi habitación.

– Yo quiero servirte de forma excepcional, quiero amarte también y que te sea difícil alejarte de mí.

– ¿Sabes que me gustas, cierto? Es razón suficiente para permitir que estés en mi despacho en un horario en el que no atiendo asuntos personales.

– Te he suplicado durante un par de meses que quiero ser especial. Quiero ser esa correa que no querrás soltar, con la que quieras pasear más de una vez a la semana.

– ¿Quién te ha dicho que compraré una para ti? No hagas suposiciones, no me conoces. Dejar que tu boca juegue entre mis piernas no significa saber uno del otro.

– Lo has mencionado, te gusto… Así que ya debiste haberla adquirido ¿No?

– Pienso que haberte permitido dormir en mi cama después de jugar y desayunar un café al amanecer, comienza a ser una mala idea.

Se hizo un silencio perturbador, los límites del juego que en algún momento ella me comentó en una charla trivial no parecían existir entre nosotros ahora, pero creo que teme que no será sencillo deshacerse de mí pronto porque puedo sentir que tengo un espacio entre lo cotidiano en la vida de Eris.

– Ponte de pie y date la vuelta… Mira hacia el librero.

Sin dudarlo, la obedezco y me levanto de la silla al instante. Mi cuerpo se siente relajado y sonrío mientras intento contar los libros del mueble café. ¡Son un montón!

Se escuchan las llaves abriendo un cajón, los movimientos de unas manos desordenando lo que había adentro y finalmente, una cadena agitarse.

Excitado, es lo que me describe en una palabra, no puedo disimular las emociones que ese simple sonido me provoca cuando se trata de ella seduciendo.

– Quédate quieto…

La boca de Eris besa mi nuca por un instante antes de que sus manos coloquen un collar suave alrededor de la parte favorita de mi cuerpo. Ella lo ajusta un poco y la piel se eriza.

Un golpe sobre mi espalda me saca de la burbuja que había hecho hace un momento, dolió pero me mantengo callado. A ella no va a importarle si me lastima y tal vez podría molestarse si me quejo.

Siento como se aleja unos pasos de mí porque su respiración ya no acaricia mi cabello. Debe estar admirando la silueta de su nuevo perro, uno tan leal que puede asfixiarla, pero esto significa que no quiere perderme.

– ¿Estas húmeda, Eris?

– Si, tanto que puedo perdonarte esta falta de respeto por hablar cuando no se te ha indicado… Tanto que podrías penetrarme ahora sin autorización… Pero no te des la vuelta. Necesito disfrutar esta escena un poco más antes de romperme y perder mis propias reglas.

«Eris, podrías dejarme atado todo el día y aún así sería feliz al verte llegar.»

Escrito por mi bonito álter ego másculino Luciel.

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