Borrador XI: Colección de fotografías

Capítulo anterior >>> «Introducción al Infierno»


Irina, María y Kajta eran antiguas compañeras de Ayari mientras vivía en la ciudad más abandonada de un pequeño país, pero que habían vendido su alma en un buen intercambio con él y también habían encontrado la forma de ser las beneficiadas del contrato de algún otro hombre desesperado por poseerlas. Eran sirvientas del demonio con cabello extravagante que le facilitaban el trabajo de conseguir personas para corromper.

Katja tenía una apariencia de mujer dócil y tierna, una sonrisa podía hacerte sentir como quien no rompe un plato y hace de tu noche la más suave; la describían con un aroma a dulce de fresa, de esos que quieres chupar todo el tiempo y no morder. Había que destacar el carácter amable y tolerante que sobresalía de entre el trío de chicas.

El demonio extravagante había adiestrado de una excelente forma a Irina hasta el punto de que ella comenzó a adorarlo más que a su propia vida, pero no había posibilidad de entablar un lazo amoroso cuando él ya había usado su alma, en cualquier momento desaparecería y él quedaría un tanto desesperado por haberse permitido desarrollar un apego a algo volátil. Así que siempre la trataba mal y la alejaba después de tener sexo. Era una de sus preferidas.

La pequeña María obedecía a Ayari con devoción, pero siempre marcando el límite como su simple amo y mentor en una vida corrupta, ella había decidido alejarse de los sentimientos de culpa porque poco a poco estaba consiguiendo atención de más personas y cubría sus vacíos sin profundizar los pensamientos de una muerte cercana.

La habitación era amplia con un escenario en el que podía verse a estas tres hermosas mujeres vestidas con batas negras y traslúcidas, posando en el sillón aterciopelado mientras se besaban y jugaban entre ellas.

El hombre parecido a un ángel protector tomó su cámara fotográfica e inició un pequeño juego para capturar a las mujeres mientras coqueteaban con la tristeza en sus rostros, la decepción de seguir vivas y el placer de haber obtenido una belleza fría para cazar a casi cualquier hombre.

Creía que podría abrir su próxima colección con ellas, una galería para ofrecer al espectador el sentimiento de tenerlo todo y a la vez nada; algo así como él se había sentido antes de conocer al amor de su vida pasada y alejado de la obsesión con Amaya.

– ¿Cuánto tiempo me queda?
– No tengo la intención de ayudarte con esa pregunta, Ichigo. Dudo que hayas escuchado algo de lo que te dije en aquel entonces cuando señalé a la persona de tu deseo.
– Lo lamento, es solo que no creí que al mirarla se robaría toda mi atención.
– Espero lo estés disfrutando. – le dio unas palmaditas en la espalda mientras sus labios formaban una curva suave.
– ¿Me permitirás exponer una obra con tus fotografías, Amaya? Quiero colocar el contraste de mis sentimientos, la diferencia en mi atracción por un ser que destruye versus un ser neutral.
– ¿No la amas?
– Causa conflictos en mi pensamiento porque durante este año no he logrado sentir su amor cálido, apenas y siento sus labios tibios.
– Tal vez Dios no los quiere juntos en esta vida. Deberías tenerlo en cuenta.
– Hmm… Ya es tarde, recibe a Emma por mí y haz que espere en nuestra sala privada, casi termino ¿Puedes?

La mujer suspiró de forma audible y le besó la mejilla, ella sabía que desde ese preciso momento las cosas no iban a marchar bien y le molestaba verse envuelta de nuevo con antiguos clientes. Pocas veces le había sucedido, pero esta resultaba la más complicada… Su hermano había puesto los ojos sobre el deseo en curso de un cliente y parecía que no le importaba los conflictos que podría desatar brincarse un par de reglas entre los de su clase.

Al ver que la puerta se cerró detrás de Amaya, el joven tomó a María por la cintura y comenzó a besarla de forma ruda, hurgando en la boca ajena con su lengua, mordiendo un poco el labio inferior. Las otras dos mujeres rieron y optaron por salir de la habitación, en ese momento no estaban interesadas en mirar el espectáculo de ella aprovechándose del sillón, dejándose caer sobre su espalda y con él encima, enredando sus cortas piernas y frotándose contra él sin tener una pizca de vergüenza.

– Espero servir como una distracción, joven fotógrafo.
– Solo quiero mantener mi límite con respecto al deseo que puede arrebatar mi insignificante vida.
– Me siento lista, penetra mi secreto y finge que me castigas, usa otra emoción que no sea cariño. Con una mano desabrochó su pantalón y sacó su miembro para acariciarlo mientras aún la besaba intentando demostrar odio; después de un pequeño momento se introdujo en el apretado y húmedo sitio de María haciéndola gemir. Se movió de forma grosera sin importarle que la mujer no estuviera disfrutando, solo buscó placer propio en cada embestida.

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