
Capítulo I >> Solicitud de regalo I
Capítulo II >> Solicitud de regalo II
Su voz no podía esconder la intensidad de su excitación ante lo que estaba sucediendo, me tenía de pie frente a la jaula con la puerta abierta y él explicándome detalladamente cómo es que la había solicitado, los materiales, los ingenieros, los cuidados que había exigido porque ahí dentro estaría alguien muy especial.
Durante la cena había bebido suficiente vino, pero ante el paraíso que me estaban mostrando sentí la boca seca y toqué mis labios.
– ¿Esta todo bien, mi princesa?
– ¿Me darías una copa de vino?
– No. Te ofreceré agua, quiero que tus sentidos estén en perfecto estado y, aunque el vino sea ligero, te verás afectada por el alcohol…. Es necesario que ates tu cabello en una coleta – decía al tiempo que se dirigió a servirme el vaso con agua.
Lo bebí muy rápido y sin hacerlo esperar más, até mi cabello como lo había pedido. Su dedicación a cada detalle estaban haciéndome sentir nerviosa y ya no tan excitada. Era una montaña rusa de emociones que no estaba controlando; sus ojos notaron a primera instancia lo que me sucedía.
– Esperaré hasta que estés lista, sino es hoy podemos ir a descansar. Soy un caballero y jamás le pediré a mi esposa algo que no desee – tomó mi mano y besó el dorso.
– ¿Puedes besarme? – su cara mostró vacilación – Quiero empezar de esta forma.
– Puedo hacerlo hasta que te sientas saciada.
Sus manos sujetaron mi rostro y me besó de una forma diferente, sentía su lengua cálida siendo cuidadosa, sus labios mas lentos. Pasé mis brazos alrededor de su cuello obligándolo a tomarme de la cintura y pegarme a su cuerpo, sus dedos acariciaba sobre mis costillas sin presionar… Él estaba comportándose muy dulce a comparación de la sonrisa en el estudio.
Me di a la tarea de enredar cada uno de mis dedos entre su cabello y jalar un poco para guiar su boca tibia hacía mi cuello, ahí quería tenerlo un rato y le daría permiso de dejar solo una marca. Escucharlo gemir muy bajo provocaba una electricidad en mí que terminaba concentrándose en mi vientre.
– Quiero entrar a la jaula.
Sus besos se detuvieron al escuchar mis palabras, la mirada calculadora se posó en mi cara como si examinara a uno de sus contratos para negocio de gatos. Aclaró su garganta un poco y se alejó de mí para ir por uno de los sillones, colocarlo frente a la jaula y mirarme otra vez.
Tomó mi mano y en esta ocasión con delicadeza besó la palma, sacó un listón morado de su bolsillo y lo ató a mi muñeca junto con un cascabel. ¿Esto se debía a que todavía no encontrábamos a Elizabeth III? Su chasquido con la lengua me distrajo del pensamiento obligándome a darle atención.
– Entra por favor y quédate parada en el centro mientras me escuchas, si estas de acuerdo con cada una de las reglas que te leeré, tú sola deberás cerrar esa reja para que yo pueda poner el candado… Si mi petición no te parece prudente… – agité una mano frente a su cara para detener su parloteo.
– Elegí darte ese regalo tan especial que solicitaste – me metí a la jaula cerrándola detrás de mí.
– No has escuchado de qué trata… ¿Estas segura, querida? Es peligroso que aceptes así, no deberías provocarme – su expresión mostraba incertidumbre.
– Te amo – fue lo único que quise decir, mostrarle la confianza con un par de palabras.
– Gracias… – se dispuso a poner el candado – te amo, encantadora mujer.
Di una mirada rápida al sitio en el que me había metido, la montaña rusa de emociones se encontraba en ascenso, y realmente esperaba no encontrar una caída libre, quería descensos tolerables y llenos de placer.
Jumin se acomodó en el sillón sin quitarme los ojos de encima, con las piernas ligeramente abiertas y sus brazos descansando en los costados dio la primera orden. Yo obedecí, tomé el vestido que se encontraba sobre la pequeña cama dentro de la jaula, me desnudé lentamente sin mirarlo y me coloqué el vestido blanco de un estilo inocente y dulce…
Comencé a bailar muy lento haciendo movimientos suaves, tocándome un poco, provocándolo, obedeciendo a su segunda solicitud.
Podía observarlo a ratos tan concentrado y mordiéndose el labio, hasta que después de unos cinco minutos se dio por vencido y abrió su pantalón, entre su mano el miembro se ponía poco a poco más duro y grueso… Me acerqué despacio a los barrotes de la jaula para tomarlos entre mis manos y juguetear de un lado a otro… Usé mi lengua para lamer uno de ellos mientras él se masturbaba ante la imagen de su esposa enjaulada, danzando tan contenta y sonando un lindo cascabel de gato.
Tal vez, muy en el fondo de sus pensamientos, él deseaba que Elizabeth III fuese mujer por al menos un día para que hubiera podido demostrarle la excéntrica devoción que le profesaba por estar a su lado y escucharlo. Él era racional, pero esta solicitud de regalo mostraba lo contrario.
Agité el cascabel con más fuerza y noté su distracción. Se levantó del sillón para acercase hasta donde yo estaba recargada y tomó la mano que tenía colgando esa bolita ruidosa, la guió hasta su entrepierna.
– Juega con esto y no seas ruidosa – apreté mi mano alrededor y lo sentí palpitar.
– Como guste, amo…
– ¿Amo? No suena mal… – sus gemidos no se hicieron esperar.
Metió un dedo a mi boca que movía a su antojo mientras yo lo chupaba, mientras mis manos seguían jugando su erección a un ritmo lento. Quitó su dedo de mi boca y su miembro de mis manos, sacó una llave de su bolsillo y se dispuso a abrir la jaula, yo me quedé aún colgada de los tubos mirándolo entrar.
– Hace falta que uses lo que venía al fondo de la bolsa – sacó unas orejas y cola de gato color morado, que hacían juego con un collar y cadena.
– ¡Vaya sorpresa, amo!… – tomé las orejas y las puse sobre mi cabeza – ahora la cola… Oh… Ese tipo de cola.
– Esto es una propuesta, puedo estar satisfecho con mirar esas orejas adornando a mi bella esposa mientras la guío de la correa.
– ¿Podrían ser no tantas emociones en una sola noche? Yo… Quiero darte muchas cosas y que disfrutes cada minuto conmigo, Jumin, pero a veces resultas muy intenso y me siento agobiada…
– Me gusta que hayas expresado lo que sientes. Las orejas serán suficientes hasta que tú estés lista.
– Quiero el collar… – al escucharme, sus manos lo colocaron alrededor de mi cuello y agitó la cadena.
– Te ves radiante, princesa…
El silencio fue corto que pude sentir cómo sus ojos brillaban tanto que sabía lo mucho que se encontraba disfrutando.
– De rodillas… Quiero llenar esa pequeña boca y saber lo obediente que eres.
Me hinqué y sin decir nada abrí mi boca un poco para meter la enorme erección, sentía una piel suave y al presionarlo con mis labios podía disfrutar de lo dura que la tenía.
Jugué a mi modo, enredaba mi lengua y lamía la punta, él estaba disfrutando cada cosa que yo hacia y podía mirarlo cerrar sus ojos, colocaba su mano sobre mi cabeza con la intención de empujar más al fondo… Le encantaba cuando lograba meterlo a la garganta, su voz entrecortada pronunciando mi nombre era el premio que yo obtenía.
Me levantó entre sus brazos para posarme sobre la cama, sin decir una sola palabra abrió mis piernas y solo metió un dedo para sentir si estaba tan húmeda como a él le gustaba, era obvio que sí al escuchar su risa y sentir cómo quitaba su dedo para lamerlo.
– Tienes un sabor dulce; tenía la intención de probarlo un poco más pero estoy ansioso por estar dentro de ti… ¿Puedo? Haré que te sientas satisfecha y seguiré hasta que ya no lo soportes, querida.
– Hazlo amor, me provoca muchísimo tu voz pidiendo más…
– Te vuelves linda cuando te rindes ante mí – pronunciaba mientras se colocaba encima.
– No puedo permitir que mi esposo se sienta ansioso, le hace mal… – abrí un poco más mis piernas y cuando sentí su miembro rozando la entrada de mi secreto le susurré – … Deja todas las marcas que desees, las que creas suficientes para quedarte tranquilo, para decir que soy tuya…
Me penetró de forma lenta mientras me miraba fijamente, aún le daba curiosidad los gestos que yo hacía mientras estaba excitada, él quería descubrirlos todos; comenzó a moverse con mucho cuidado y a besar mi cuello, podía escuchar el peculiar sonido de su cadencia, su respiración agitada, mis gemidos en aumento.
Le jalé del cabello todo para poder atraer su boca a la mía, quería meter mi lengua entre sus labios para callar los ruidos que yo estaba haciendo con cada penetración. Él ya no era delicado, se volvió agresivo y me mordió un par de veces por debajo de las clavículas… Su movimiento se detuvo.
– Aún no quiero correrme dentro de ti… – salió de mí y me dio la mano – quiero a mi gatita en cuatro.
– Obedeceré amo… – con su ayuda me acomodé nuevamente sobre la cama, pero no lo sentí acercarse.
– Espera un minuto, querida.
Se quitó la ropa que traía encima, y totalmente desnudo se subió a la cama colocándose detrás de mí; con delicadeza enrolló mi vestido más arriba de la cintura y despacio acaricio toda mi espalda con sus manos hasta llegar a la cadera.
– Junta tus rodillas – mientras lo hacía descubrí que su miembro había quedado atrapado entre mis muslos – Arquea más la espalda.
Lo obedecí una vez más, pero le di un extra a la posición y terminé recargada sobre mis codos para inclinarme un poco más y que él puediese disfrutar de la vista.
– Eres hermosa, querida – comenzó a moverse un poco para frotar su miembro entre mis muslos.
Su voz llamándome «gatita» seguido de sus gemidos, era lo más delicioso que podía obtener de mi esposo cuando estábamos solos.
…
* Enseguida se presentan dos finales ¿Cuál eliges?*
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