Viernes de enero 2014, medio día.
Estaba completamente nerviosa y caliente, he de admitir. No podía negar la sensación en mi cuerpo de solo imaginarme desnuda en su cama y disfrutando de las embestidas. Sentía mis mejillas rojas de deseo a pesar del viento congelando mis piernas delgadas y colándose hasta mi braguita floerada con tan diminuto vestido que traía.
La impaciencia estaba comiéndome, pero sus mensajes calmaban la espera y despertaban mi excitación, sin importar que aún estaba sentada en medio de mucha gente esperando el momento… Y yo, mordiendo mi dedo para disimular el calor entre mis muslos.
Un fragmento del texto decía «…toma el taxi ya», mi cuerpo se estremeció con cada letra, era el momento. Levantándome de un brinco, atraje miradas y el color en mi rostro apareció otra vez; apurada detuve un auto amarillo y subí a prisa, sin saber precios porque solo quería desaparecer del cotilleo.
¿Qué haría cuando estuviera frente a él?
Jamás nos habíamos saludado en clase. Sin embargo, en menos de 15 minutos lo menos que obtendría de él, era una sesión de sexo casual para mi primera vez.
El taxi estacionó frente a su casa, no sabía si bajar del taxi o pedirle al chófer que arrancara nuevamente.
Suspiré muy profundo y le pagué al taxista. Bajé cuidadosa de no caerme, mis piernas estaban tensas. Más que emocionada, los nervios se hicieron presentes. El camino hacia su puerta me parecía demasiado corto y repentinamente se abrió para darme cuenta que sus ojos estaban recorriendo mi aspecto, me dio una sonrisa malévola, de esas que se antojan todos los días.
El primer «Hola» desde que nos habíamos visto en meses y un beso en la mejilla. Pasé sin detenerme en él cuando cerró la puerta, sin brincarle como loca pues ya lo estaba por haber ido a ese encuentro sin medir consecuencias.
Su mano hizo ademán en dirección a las escaleras… Un escalón significaba que el vestido se pegaría completamente a mis muslos, enrollándose, y apenas cubriendo lo necesario. Di un paso firme, decidida a moverme natural y dejarle ver lo que estaba a punto de poseer… Apostaba a que sus ojos no desperdiciaron el bonito panorama de un vestido azul, corto y entallado en cada curva que lograba cubrir mientras íbamos directo a su habitación.
Su habitación.
La observé discretamente al entrar, necesitaba sentirme cómoda y segura, pero la puerta jamás se cerró. Él caminó hacia la ventana para correr las cortinas, aún así la luz del día atravesaba iluminando por completo cada rincón del lugar.
Suspiré, “a plena luz del día”, un pensamiento instantáneo encendiendo aún más mis nervios y la lujuria en cada poro de la piel.
Tomé un sorbo de agua muy despacio, mi garganta y boca estaban secas… Tan solo dejar el vaso en su sitio y quedarme quieta un par de segundos, sentí su respiración sobre mi cuello y su cuerpo ajustándose al mío por detrás; podía notar su erección rozando contra mi culo y sus manos rodeando mi cintura.
Aún recuerdo perfectamente como su mano derecha iba deslizándose desde mi vientre hasta mi intimidad; posé mi mano sobre la suya e intenté detenerlo, evitar una caricia estremecedora.
“Estoy nerviosa.”
Fueron las únicas palabras que pude pronunciar. Él, delicadamente me dio la vuelta y sonrió mientras me empujaba a su cama; no tenía escapatoria, sentarme y ver su cuerpo acorralando al mío, obligándome a recostar.
No podía reaccionar; lo tenía encima mío, excitado y dispuesto a darme todo el placer que yo pidiera. Era todo para mí.
“Mi boca es mía”
Fue lo que dije al verlo encima, acercándose a mi rostro con sus labios entreabiertos. Se detuvo y me miró complaciente “Tu boquita es tuya” y halló el camino a mi cuello; debo admitir que estremeció completamente mi piel y me subió la temperatura.
Posé mis manos en su pecho, apenas tocando, tentando terreno. Era nueva en todo eso, pero no dejaba de disfrutar su lengua lamiendo mi cuello y besando detrás de mis orejas. Se levantó y me trajo consigo para acomodarme mejor en su cama… Le miré, despacio llevó su mano al final de mi vestido tocando mi muslo, dejando a sus dedos acariciar la tela de mi ropa interior.
Gemí. Cerré mis ojos. Gemí otra vez.
Sus dedos frotaban mi intimidad mientras lo tenía observando mi rostro, malévolo y en ocasiones, besándome la piel expuesta debajo de mis clavículas.
Mi boca se secaba, gemía suave, fuerte, pero aún sintiéndome nerviosa, se lo hice saber. Sonrió y se dio a la tarea de quitarme el suéter y después el vestido para posarse encima de mí nuevamente.
Sentí sus besos en toda mi piel, mis manos buscaban su cuerpo tímidamente cuando sus dedos encontraron mi secreto, introduciéndose despacio, moviéndose, acariciando profundamente. Mis ojos encontraron los suyos y la lujuria desbordándose en él me hicieron sonrojar.
Gemí muchas veces más a causa de sus dedos mientras escuchaba su voz ronca y llena de placer susurrando de vez en cuando en mi oreja.
Se detuvo para quitar mi ropa interior. Su boca se acercó a uno de mis senos para chuparlo, luego de un rato, chupó el otro. También me mordió, me lamió. Con su lengua tibia delineó círculos en mis senos de forma juguetona y tampoco dejó de mover sus dedos entre mis piernas, solo supe retorcerme y emitir sonidos ahogados por culpa de sus juegos.
“¿Ya no estas nerviosa?”
“No tanto, creo que tendrás que esforzarte más.”
Sonrió.
“Como siempre me estas retando… Y te encanta.”
Volvió a besar mi cuello, morderlo. Estremecer cada centímetro de mi piel. Se separó de mi para quitarse la ropa, solo un bóxer gris apenas con una mancha de humedad que evidenciaba su excitación; encendió mi morbo. Lo toqué sobre la tela con mucho cuidado sintiendo suavidad y a la vez dureza, una combinación totalmente nueva para mis manos. Dudé, pero su mano guió a la mía dentro, rozando la piel de su miembro.
“Dijiste que estarías de rodillas.”
Quitó su última prenda y se quedó de pie al borde de la cama, mirando detenidamente mi desnudez.
“Ven aquí.”
Me tomó del cabello, lo enredó en sus dedos para acercarme despacio a su erección hasta dejarle sentir mi aliento agitado. Me sentí ansiosa de probar, pero totalmente inexperta.
Puse mis labios en la punta para tentar el terreno, era suave, después acaricié con mi lengua para confirmar suavidad otra vez. Solo recordaba hacer una enorme O con mis labios y cubrir los dientes para no incomodarle cuando decidí meterlo un poco más y succionar, sentí en mi lengua un líquido ligeramente salado. Sinceramente un sabor extraño llenando mi boca pero no me detuve, continué chupando despacio, metiendo y sacando; mi mano sostuvo la base de su miembro acariciando lento también.
Escuché sus gemidos bajos y aumenté un poco el ritmo, me fascinaba la sensación que dejaba en mi boca. Sus manos me detuvieron ligeramente.
“Despacio…”
Guió mis movimientos, mientras su mano derecha hábilmente daba un masaje en mi clítoris, lo que provocaba un placer que aumentaba, y yo excitada y entretenida, lamiendo y chupando su miembro una y otra vez.
“¿Quieres más?”
Me separé de su erección lamiendo por última vez la punta y le respondí entre gemidos suaves.
“No lo sé”
Detuvo sus movimientos y soltó mi cabello.
“Te daré más”
Rodeo la cama mientras acomodaba su cabello despeinado. Recuerdo la figura de su cuerpo justo al pasar por las cortinas repletas de luz solar. La memoricé. Me fasciné, el contorno quedó grabado en mi mente para excitarme más tarde al recordar. Tomó el preservativo del mueble y me miró.
Me acerqué cuando me lo ordenó y volví a posar su miembro dentro de mi boca, haciéndolo gemir y sentir su mano en mi cabeza. Estaba realmente excitada disfrutando el sabor de sus líquidos. Me detuve y le vi poner el preservativo, estaba tan atenta que repentinamente comenzó a recostarme en la cama.
Lo sentí acomodarse sobre mí, forzándome a abrir las piernas cada vez más para dar espacio a su cuerpo. Suspiré y él frotó su miembro contra los labios de mi vagina dejando la punta en la entrada. Le miré a los ojos y puse mis manos en su pecho… Movió su cadera una vez y cerré mis ojos… Se movió por segunda vez hasta el fondo.
“¿Te dolió?”
No respondí y apreté mis manos en su pecho. Lo entendió. Él volvió a moverse con un ritmo lento, pero no tardó mucho en volverse rápido y fuerte, en instantes se tornaba tan profundo que sentía el placer recorriendo mi vientre. No podía mantener mi voz a volumen bajo, abría los ojos solo para darme cuenta de su rostro morboso mirándome fijamente mientras me penetraba sin detenerse… Sin recordar que tenía un bonito regalo de su novia justo a lado nuestro. Y yo, yo empezaba a gemir más fuerte y arañar su pecho. Adoré cada embestida que movía a mi cuerpo, adoré las expresiones de su rostro causadas por mirarme disfrutar.
“Dolió un poquito”
Le dije mientras paseaba mi uña por su brazo y no le miraba a los ojos.
“Bueno, me dices si te duele.”
Se levantó y se puso de rodillas. Colocó mis pies en su pecho y volvió a penetrarme a un ritmo delicioso y poco apurado, siempre clavando sus ojos en mi rostro lleno de satisfacción.
Él sabía que para ser mi primera vez, estaba haciéndome disfrutar a pesar de haber estado muy nerviosa al principio.
Se detuvo y puso mis piernas sobre sus hombros, solo un pequeño cambio y su miembro entraba profundamente en cada movimiento, podía sentir esos golpes aumentando mi excitación y mis gemidos llenando sus oídos más y más.
Salió de mí y se levantó, me dio la mano para levantarme también.
“Date la vuelta…”
Y lo hice, estaba de rodillas en la cama, dándole la espalda. Sentí cosquillas en todo mi cuerpo. Puse mis manos sobre el colchón, exponiendo mi trasero a sus manos; él no dudó ni perdió tiempo, me penetró a un ritmo tortuoso, lento, sosteniéndome de la cintura…
Entraba y salía… Volvía a entrar… Volvía a salir… En algunos momentos su embestida era fuerte y placentera hasta hacerme gritar.
“¿Te molesta esto?”
Me decía mientras paseaba su mano sobre mi pompi y le daba una nalgada muy suave.
“Para nada, hazlo… fuerte”
Su ritmo aumentaba, su mano nalgueó muchas veces mi piel, la hacía arder, encendía el calor en mi cuerpo más y más. Lo escuché gemir bajo y profundo, estaba disfrutando gracias a mí. Me tomó por el cabello enredándolo en su mano, ya no eran nalgadas, habíamos pasado a la siguiente parte de su fantasía conmigo; estaba dominando despacio, enterrándose totalmente en mí.
“Quiero terminar… pero no quiero dejarte así”
“Termina, sé que aún me siento algo nerviosa”
Penetró mi cuerpo un momento más y salió… me sostuvo de la cintura mientras terminaba de masturbarse mirándome a gatas, justo como siempre me quiso desde que todo esto inició.
Su voz ronca y los gemidos fueron incontenibles, la excitación contrajo mi vientre y sentí como se corría ensuciando mi espalda.
Mi compañero de clase me había follado.
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