Me miró, levantó su ceja derecha y sonrió, era el mismo infierno en sus ojos lo que yo deseaba.
Él era de entre todos los desdichados, el favorito.
Él era el que más daño provocaba en mi ser, al que me aferraba con dientes y uñas, al que le profesaba un amor lleno de dolor.
Él era mi demonio favorito, al que ignorarme se le daba de maravilla, al que con chasquear la lengua me tenía a sus pies.
¿Cuántas veces no aplastó mi corazón solo por satisfacer su ego?
Ese demonio susurraba en mi oído lo mucho que me amaba, lamía mis heridas y después se marchaba a jugar en su infierno otra vez.
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