Suicidio doble

Si quiero cometer un suicido doble contigo, pero antes necesito unos días más.

¿Por qué?

Para disfrutar la agonía de despertar abrazada a tu cuerpo, escuchar tus quejas sobre lo desdichado que eres por abrir los ojos otra vez mientras apagas la alarma, recibir un beso tuyo cuando te dispones a dejar nuestra cama fría.

Si quiero estar contigo en vida y después de ella, te seguiré a la muerte y si hay infierno al que algún dios te condene, también; porque seguramente no eres merecedor de un paraíso, los pecados no se borran y tú arrastras demasiados.

¿Acaso habría algo más hermoso después de conocerte que morir contigo?

Han vivido juntos más de seis meses y aunque él aún carga ese libro peculiar con las técnicas más excéntricas de suicidio, ya no suele leerlo todas las noches. En cambio se acurruca en el pecho de la mujer y la llena de mimos.

Sin embargo, ella prometió morir a su lado sin dolor, así que no lo abandonaría en su misión suicida. Lo ama tanto que le concederá la mayor dicha.

Ha puesto unas gotas en el café con leche de ambos, es hora de cenar y llevará los alimentos a la cama. Ahí quiere dormir eternamente junto al castaño.

Bebieron y hablaron tan plácidamente, él sonreía como nunca y besaba a ratos la frente de la mujer, su cabello, su cuello, sus manos.

– Eres hermosa, debo pensar que vivir ahora tiene un pequeño valor, me ha dado curiosidad de qué sucederá contigo a mi lado.

Ella le dio un beso en la mejilla y suspiró, había envenenado a ambos de una forma simple y sin sufrimiento como tanto lo deseaba el hombre. No había retorno ni arrepentimiento, dormirían juntos sin despertar más.

– Dazai, he concedido tu solicitud de un suicido doble… Nuestro delicioso café ha sido el pase. Creí que si te esperaba sentiría terror y te abandonaría.

El castaño abrió los ojos de par en par, el corazón le dio un vuelco… La vida nunca le sería justa.