El sitio se encontraba en silencio, así que Eri decidió entrar sin más preámbulo deslizando la puerta tan silenciosa, siendo sorprendida por el acto que cometían su amado Dazai y su adorado Chūya en el sofá favorito.
¿En qué momento el castaño descubrió que Eri estaba entregando la mitad de su corazón a otro?
Con la mente congelada, solo pudo atinar a que era la sutil manera de castigarla, sí ella podía enamorarse de dos personas, él también jugaría a eso.
Jugaría a enamorarse del tercero en cuestión.
Los ojos del castaño se clavaron al rostro de Eri mientras olfateaba y besaba desde el hombro desnudo hasta el cuello de Chūya; este dulce pelirrojo solo respondía con gemidos, no había señal de los gritos horrendos con los que siempre se dirigía al detective.
Le sonrió aún con piel entre sus labios y le ofreció su mano ¿Era esa una invitación real del chico vendado?
── Es para ti, Eri-Chan.
La mujer chasqueó la lengua, entonces el castaño estaba dispuesto a cualquier cosa para mantenerla con él, pues había traído a Chūya hasta su propia casa solo para tenerla vigilada, si iba a comer a otro sitio, la prefería comiendo frente a él.
¿Tanto la amaba?

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