Él tenía la certeza de que su amada le esperaba con deseo, pues recibió aquel mensaje indecente que provocó en su cuerpo una excitación. Una que debía disimular, ya que todavía restaban diez eternos minutos de trabajo.
En cuanto fue posible, salió del sitio directo hacia el impecable auto que diario le llevaba de vuelta a su penthouse, pero esta vez pidió al chófer Kim ir a mayor velocidad.
El joven no dejaba de imaginar cómo era encender las luces de su hogar en cuanto arribara.
Se obligó a detener la lascivia, tenía la necesidad de reprender a su compañera por hacerlo perder el control.
…
Sin emitir palabra alguna, entró al penthouse solo para descubrir a la pequeña mujer en ropa interior mientras merodeaba la cocina. Sus movimientos delicados y el cabello ondulado adornando hasta su cintura, desataron el apetito que tanto contuvo durante el camino, su entrepierna y el sonrojo de sus mejillas lo habían delatado.
«Querida…» La tomó de la mano y sin pedir permiso, la recargó contra la barra de la cocina esperando a que obedeciera, su dulce amada a veces resultaba rebelde y difícil de disciplinar.
Admiró la piel desnuda de su espalda unos segundos, un simple beso en el hombro femenino y decidió bajar la prenda inferior hasta sacarla de sus pies, uno a uno.
«Me disculpó por adelantado, cariño… A veces ocasionas que olvide mi comportamiento como caballero» Se excusó.
Enseguida tomó el preservativo de su saco dejándolo entre sus labios, sus manos se ocuparían abriendo el botón y bajando la cremallera del pantalón para liberarse.
Ella estaba quieta y expectante, había alcanzado su cometido.
Jumin estaba deseando profanar a la castaña y sumirse en el éxtasis de cada una de sus curvas, aferrar los dedos a su cintura era un exquisito plan.
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