La última cosa coherente que recuerda es haber estado cerrando la cortina de metal en el taller de motocicletas la noche anterior, lo que siguió fue un golpe seco sobre toda su espalda que lo hizo chocar contra la cortina, después una bolsa en la cabeza que comenzó a complicarle la respiración. Y por haberse resistido le golpearon las rodillas haciéndolo caer sobre ellas; más golpes fueron recibidos en todo el cuerpo, lo deduce porque siente adolorido cada rincón.
¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Aún podría decir que eso sucedió «la noche anterior»? Definitivamente lo atraparon con la guardia baja y está consiente de eso, tiene la creencia que esto se debe a haber indagado entre el bajo mundo sobre personas desaparecidas y otras no tanto.
Repentinamente Inupi llega a su pensamiento solo para sentirse aliviado, el tipo se había ido una hora antes y probablemente esta a salvo. Aún suponiendo eso lo busca con la mirada por todo el sitio y descubre un vacío en la enorme habitación de paredes grises con un pasillo que debe dirigir a la salida.
Ninguno de sus captores se ha hecho presente, eso le inquieta, no cree que estar despierto ya pase desapercibido, tampoco puede escapar, las manos están atadas a la silla, los tobillos tienen cinta que lo inmovilizan por igual. La boca está cubierta para que gritar ni morder resulten una opción. Quien lo haya querido retener conoce la fuerza de Draken como para haberle tomado por sorpresa; un plan sin falla.
…
Del pasillo oscuro aparecen dos figuras a paso lento, una es espigada a quien reconoce por su excéntrico físico, Haruchiyo. Así que resulta fácil deducir quien es la otra de baja estatura, Sano Manjiro, la persona por la que preguntó hace unos meses y no obtuvo pista.
Sin embargo, Ryūguji se niega a suponer que Mikey sea el artífice de su situación actual; le duele bastante su nefasto encuentro y la expresión en su propio rostro lo delata.
─── ¡Mikey!… Mira esto… ─── Sanzu toma de la barbilla de su jefe delicadamente para obligarlo a acercar el rostro pálido hacia Draken ─── Un obsequio para el Rey.
Las orbes del dragón muestran el dolor y la impotencia al darse cuenta del cuerpo frágil que arrastra el peliblanco, de la mirada desierta que le ofrece ante la insistencia de su súbdito. Aquel tercero solo desea que su rey se deleite de lo que tiene enfrente.
«¡Pero qué mierda! ¿Qué te ha sucedido? Lamento no haberte encontrado antes…»
Ryūguji ha mostrado su mirada cristalina y llena de rabia, se odia a sí mismo por haber permitido que Manjiro lo alejara, nada tan terrible que su amigo le haya hecho en el pasado y escapar valió la pena…
Aquel idiota enano ni siquiera muestra emoción alguna, lo ha perdido para siempre. Sabe que si muere a manos de su viejo amigo, lo tiene bien merecido por no haberle salvado.
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